PAN Y ROSAS
Si eres un poco conocedor de las luchas sociales y políticas por los derechos humanos a lo largo de los años, debes de haber escuchado de aquella que sucedió en plena revolución industrial, y que hasta el día de hoy sigue vigente. Una lucha que empezó con una marcha en invierno de 1908, un congreso internacional que se llevó a cabo en 1910 y un incendio que según los periódicos acabo con 146 vidas; pero la cuenta no estaba bien faltaba una vida por contar, la mía. Tan frágil e insignificante se extinguió como las llamas horas después ese día, y termino como los recuerdos de un paciente de Alzheimer.
Trabajábamos más de 12 horas diarias por un sueldo insignificante, que apenas alcanzaba para mi propia alimentación, no imagino para las mujeres que tenían otras vidas a cargo. A mi corta edad de 17 años ya llevaba años de experiencia en la fábrica Triangle Shirtwaist en Nueva York, mi madre había trabajado ahí desde los 12 años y murió entregada a su trabajo en aquella fábrica de camisas. Casi todas las obreras éramos mujeres, siempre jóvenes, el desgaste que generaban las largas jornadas no permitían que llegáramos a una edad madura dentro de la fábrica.

La mayoría de las mujeres aquí éramos migrantes. Mi familia había llegado hace dos generaciones desde Italia, huyendo de las guerras que se estaban viviendo en el continente europeo llegaron a América del norte. Mi padre nos abandonó años después de nuestra llegada, mis dos hermanos ambos barones siguieron su camino hacia Seattle. Solo éramos mi madre y yo.

Trabajábamos las dos en Triangle Shirtwaist, hasta hace unos años que falleció. Recuerdo como lucían mis manos en ese tiempo, parecían las de una mujer de 80 años, mi papel en la fábrica estaba en la zona de secado, rodeada siempre de máquinas cuyos gases podían envenenar tus pulmones, con dolores de espalda por estar de pie todas las horas laborales. Las condiciones laborales de las mujeres eran denigrantes, ganábamos menos que los hombres y hacíamos un tercio más de trabajo que ellos. Nuestros jefes el señor Max Blanck y el señor Isaac Harris cerraban todas las puertas y salidas para así evitar robos, además de que nos requisaban siempre al salir. Esa decisión de su parte seria nuestra condena y nosotras no lo sabíamos.

Aquel 25 de marzo de 1911 estaba entrando la primavera, pero aún se sentían los aires fríos del pasado invierno, nos alistábamos para salir como todos los días. Mientras organizaba mis pertenencias y me ponía el abrigo escuché a una de las mujeres gritar que se veía fuego desde la planta baja subiendo desde las ventanas, no lo creí hasta que lo vi con mis ojos. Estábamos en el noveno piso y la única manera de salir era por el ascensor o por las escaleras de emergencia.

Desesperadas algunas de las mujeres empezaron a entrar rápidamente al ascensor mientras otras esperaban en frente, sin saber que este no llegaría a hacer otro viaje. Martha una mujer que había trabajado 5 años conmigo las incito a caminar por las escaleras que estaban en la fachada del edificio, todas empezaron a subir determinadas a empezar a descender, cuando la escalera cedió por el peso o por el material que el fuego empezaba a derretir, solo las vimos caer. En medio del pánico muchas empezaron a saltar por las ventanas, el fuego abrazador ya nos rodeaba destrozando a su paso la maquinaria en la que había trabajado a diario desde hace tantos años, recubría las paredes y el vacío donde antes había estado el ascensor, no había manera de salir. Sin saber que hacer me quede en el que había sido mi puesto de trabajo durante ya varios años, a esperar mi momento que no tardó mucho en llegar.

123 mujeres murieron ese día y 23 hombres, ese fue el conteo de la policía con los cuerpos encontrados. Lo que ellos no sabían es que habían sido 124 mujeres, mi cuerpo nunca fue encontrado entre los escombros del edificio y no tenía familia que se preocupara por mi paradero. Todo recuerdo de mi vida se fundió con los restos de acero de la estructura o la madera que recubría las paredes, así como la ceniza que flotaba en el aire y se fue con el viento.